Sombras

miércoles, agosto 29, 2018

CERVERA DEL RIO ALHAMA – Calle de San Juan. 2

8-P 46X38
Año 2000

Óleo

CALLE SAN JUAN – CERVERA DEL RIO ALHAMA



La calle de San Juan es corta tiene pocas casas, pero en su tramo más elevado hay un pequeño hotel (8 habitaciones) con un restaurante que se come muy bien y bien surtida su carta, además tiene de singular que el restaurante esta ubicado dentro de una roca natural, es muy agradable comer en dicho lugar. El nombre del restauante -Hotel Rural Cervera-
Si se acercan por Cervera se lo recomiendo que lo visiten y no dejen de comer o cenar en el.

De esta manera hice este pequeño comentario años atrás de esta calle de San Juan y de su pequeño hotel- restaurante, funcionaba, parecía que iba todo viento en popa, pero un día de tantos cerraron puertas, dejando el barrio de San Gil sin el Hotel Rural Cervera, son tan pocos los habitantes que habitan todo el año en el barrio de abajo que seguramente no se pudo mantener en todo el esplendor que se merecía, los que lo abrieron sabían que para que fuera rentable se tenía que valer de todos los turistas que visitaran Cervera; los que allí comíamos algunas veces en verano, siempre veíamos clientela estaba lleno y nos comentaban que los fines de semana el hotel funcionaba. Un lugar agradable que hemos perdido, a mi particularmente lo encuentro a faltar, no porque sea un gran visitador de restaurantes, sino por el mero hecho que le daba un gran porte a la calle de San Juan y de paso al barrio de abajo y a todo el pueblo. Que pena que nadie emprenda volver a intentar abrirlo. Son tantas las cosas que se van perdiendo en el pueblo; con categoría de cabeza de partido en la comarca de Cervera del Río Alhama. Muchas veces me pregunto, no tendremos algo de culpa los cerveranos de perder tantas cosas que han desaparecido; este año me he enterado que nos hemos quedado sin pastelería, por jubilación de los pasteleros o por lo que sea, no siendo mucho de dulces, siento pena ver la pastelería cerrada.

TURRUNCUN

Era el verano de 1973 pasábamos las vacaciones en el pueblo como siempre en el mes de agosto, el día estaba encapotado, algunas nubes negruzcas aparecían por encima del castillo, no apetecía ir a bañarse a las toscas, las piscinas sólo estaban en el pensamiento de algún alcalde; mi mujer no tenía ganas de salir y los hijos estaban con sus amigos. Cariñooo, me voy a dar una vuelta con el coche, si te hace falta alguna cosa del super te lo traigo, —nada, no corras y no te quedes por ahí con algún amigote y tus chiquitos— nooooo!!!. Cogí el coche y sin rumbo fijo, en plan de paseo me dirigí hacia las Ventas al llegar al puente del río Linares, me lo repensé, en vez de las Ventas, decidí ir por la carretera de Gravalos y seguir hacía el carrascal, Villarroya un pueblo con muy pocos vecinos censados, seguí la carretera, hasta que vi el cartel indicando ¡Turruncún!. Pueblo sin nadie, abandonado, en ruinas y sin alcalde; voy a visitar al pueblo, me han dicho que se abandono por carestía de agua para el pueblo, un pueblo incrustado en un montículo rodeado de árboles, pura sierra a pie de carretera, no estará a mas de 8 o 10 km de Arnedo, pueblo muy industrial en todo lo relacionado con el calzado; no comprendo que estando tan cerca de Turruncún de Arnedo no hayan conservado el pueblo, aunque sólo fuera para recreo de fin de semana, uno de tantos que se pierden sus sudores.

El desvío del pueblo me dejo en un llano donde había una fuente, con poca agua rodeado de árboles y si no recuerdo mal también había una mesa de piedra e incluso un sitio preparado para poder hacer un buen costillar de cordero; allí deje el coche y me dije para mi, voy a recorrer el pueblo abandonado, lo primero que visité ya que es lo que vi más bien conservado fue la iglesia, el campanario aun estaba entero sin campanas, pero…, al mirar por la puerta de entrada a la Iglesia me dio reparo pasar, su interior estaba mal, no fuera que se cayera alguna teja, preferí seguir andando por la calle que parecía la principal por ver si alguna casa estaba en mejores condiciones, en esto un relámpago-trueno me alerto de lluvia, fue visto y no visto, empezó a llover y a ponerse oscuro el cielo, sólo me dio tiempo de meterme en una casa que aunque mal, me servía para guarirme de la lluvia torrencial de una tormenta de verano, pensé, no puede durar mucho, esperaré. Mientras tanto di una ojeada a los espacios que aun quedaban algo enteros: uno de los habitáculos me llamo la atención había una cama, de las llamadas de monja de hierro con varillas finas y lo que más me llamo la atención es que tenía colchón, eso sí, viejo, cochambroso y un sagrado corazón pequeño de latón esmaltado en blanco con un dibujo de Jesús con túnica perfilado en negro y un corazón rojo con destellos, colgado encima de la cama; seguía lloviendo a borbotones, no creo que dure mucho: en esto que oigo un ruido de crujir de madera, me asuste, será el reseco de la madera que con el agua de la lluvia se habrá hinchado la madera, mire hacia las nubes y me pareció que no eran tan oscuras, seguía lloviendo, otra vez el ruido, pero más cerca, estaba inquieto, más bien me entro miedo, mientras ponía atención en escuchar el ruido de la casa, un relámpago de los que rompen seguido de un trueno ciclópeo, me dejó sin aliento, el ruido de la casa seguía, no eran crujidos, parecían pasos secos espaciados, toc…tac…toc… y uno descompensado tas.., el cielo seguía oscuro, me cago, pensé, si en el pueblo no hay nadie, en esto, veo una mano con dedos huesudos que se agarra al montante de la puerta, seguida de otra mano con una gayata fuerte de nogal, me va a explotar el corazón, se acelera, incluso me coge un tremolar de piernas, a continuación de las manos una capucha extraída de una pintura de un cuadro de los monjes de Zurbarán, dentro de la capucha un hombre enjuto de ojos profundos con su capucha en la cabeza hecha con un saco de yute ennegrecido de tantas intemperies, el hombre además iba de negro y camisa blanca, bueno en un tiempo sería blanca, del tremolar pasé a sorpresa miedosa —mal día tenemos ¡eh!, se ha asustado usted— p u e s… si tengo que decir la verdad sí, no esperaba a nadie, —vera usted, soy nativo del pueblo de Turruncún, en días de gloria, era el Alcalde, si lo hubiera usted conocido entonces igual se hubiera afincado usted al pueblo; ahora a pie de carretera tengo una granja, donde antes eran las escuelas, las cogí casi recién estrenadas para mi propio servicio como granja ya que no había niños y me subo aquí a descansar, sabe usted, por los coches y algún que otro camión; está es la casa de mis padres (le interrumpo perdone si le he molestado) no, estaba en la cama descansando y hablando con mi madre y me ha dado un arrebato y me he bajado al corral a defecar, la costumbre, y como llovía me he puesto el saco por montera para no resfriarme, mi madre me dice que le de un poco de vino, sólo tengo el de mi bota, puede tomar un trago lo largo que quiera, ¡madreee! Que no tengo vaso, el hombre es español, sabe beber en bota, —no, gracias, tengo que conducir, está su madre en la casa—, si está detrás de usted acaba de matar una gallina para caldo, ya no ponía huevos, dice: que se puede quedar a dormir y pasar unos días con nosotros, si usted quiere, que le atenderá bien; me di media vuelta, yo no vi nada, —gracias, pero me tengo que ir que me esperan en casa, ya no llueve tanto parece que amaina, salí a la calle y tome las de Villadiego—, mientras el hombre, enjuto, cadavérico y de negro con camisa blanca me gritaba desde el “quizal” de la puerta: mi madre me dice que se quede que el pueblo necesita habitantes, mi hijo le arreglará el papeleo, ya le acondicionaremos una casa junto a la plaza, en fiestas ponemos banderitas… de todos los sitios. Llegué al coche ajado, sudoroso y mojado, arranque lo más aprisa que pude y me fui sin pensar en el paseo mañanero, a casa, Cervera del Río Alhama. 

Turruncún para las almas con pena por ver su pueblo sin nadie.

—Pronto has venido del paseo, es que por ahí llovía mucho—

¡Mucho! Ni te cuento.

Cuando voy a la cooperativa del vino de Arnedo a por vino, paso por la granja del alcalde incluso he tenido intenciones de hacerle una visita, no me atrevo, la granja me parece que ya empieza a desmoronarse, en el pueblo seguro que ni la cama quedará en pie. Un pueblo más sin nadie y pensar que unos mueren al travesar el desierto y otros se ahogan en el mar por buscar un pueblo que los ampare.


VAN Y VUELVEN

Unos van y otros vuelven.
Otros, sólo dan vueltas
en circuitos rastreados.

Otros, inmóviles seguimos 
en nuestra vida cotidiana,
periqueando y proqueando
incluso diría amándonos.

Otros siempre corriendo van
sin meta poder encontrar,
el camino se estrecha
buscando donde parar.

Otros los llamados hombres,
locos, hombres de la guerra,
estos sin moverse del lugar
destruyen todo profundo soñar.

                 Poesia de Albert Gilabert-agosto 2018

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